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jueves, 29 de julio de 2010

ARDIENTE DESEO (Nehemías 1:11)


ARDIENTE DESEO

«Te ruego, ¡oh Jehová!, esté ahora atento tu oído a la oración de tu siervo, y a la oración de tus siervos, quienes desean reverenciar tu nombre; concede ahora buen éxito a tu siervo y dale gracia delante de aquel varón. Porque yo servía de copero al rey» (Nehemías 1:11).

Nehemías creía que había otros que oraban juntamente con él; no era tan ciego, obstinado y poco caritativo hasta el punto de pensar que tan sólo él amaba la casa del Señor y oraba por ella. Creía que el Señor tenía muchos servidores suyos orando, además de él. Era más optimista
que Elías (1.0 Reyes 19:10, 18).

I. ESTO INCLUYE A TODOS LOS QUE TIENEN UNA RELIGIÓN VERDADERA.
1.     La verdadera piedad es siempre asunto de deseo. No de costumbres, moda, hábito, entusiasmo, pasión o casualidad.
2.     Cada detalle de la verdadera piedad es asunto de deseo. El arrepentimiento, la fe, el amor, etc. Ninguna de estas cosas pueden hallarse en la persona que no desea tenerlas.

        La oración. la alabanza, el servicio, la limosna y todos los hechos buenos son deseos del corazón. ¡Oh, que los tales abunden en nosotros!
        Lo mismo puede ser dicho del cielo, la resurrección y las glorias futuras del reinado de Cristo sobre la tierra. Los hombres buenos, como Daniel, son hombres de deseos (Dan. 9:23).
        El deseo es la vida y sangre de la piedad, el origen de la santidad, la aurora de la gracia y la promesa de perfección.

II. ESTO INCLUYE MUCHOS GRADOS DE GRACIA.
1.    Aquellos que desean ardientemente, y de todo corazón, estar en paz con Dios hasta el punto de no atreverse a pensar que son salvos. Estos siempre están deseando.
2.    Los que saben que temen a Dios pero desean tenerle más. Algunos de los mejores hombres son de este orden.
3.    Los que se deleitan en los caminos de Dios y anhelan permanecer en ellos todos los días. Nadie persevera en la santidad a menos que lo desee. Los ardientes deseos producen un andar cauteloso, y por el Espíritu de Dios consiguen una vida consecuente.
        Todas estas personas pueden orar de un modo aceptable; ciertamente están orando siempre, pues los deseos son verdaderas oraciones.
        Necesitamos las oraciones de estas personas, así como las de los creyentes más avanzados. La infantería es la parte más considerable del ejército; si nadie más orase sino los grandes creyentes, el tesoro de la oración sería muy escaso.
        Finalmente, oremos ahora todos nosotros; grandes y pequeños, oremos en el Espíritu Santo y sostengamos de este modo a nuestros pastores, misioneros y otros obreros quienes, como Nehemías, dirigen o santo servicio.

Cuando Napoleón volvió de la isla de Elba un jardinero reconoció al emperador y en seguida le siguió. Napoleón le saludó alegremente diciendo: «Aquí tenemos a nuestro primer recluta» Cuando una persona empieza a orar por nosotros, por débiles que sean sus oraciones, debemos darle la bienvenida; el que ora por mí me enriquece.

Los granos de arena y las gotas de la lluvia combinadas cumplen los mayores objetivos. Puede haber más oración verdadera en una pequeña reunión de oscuros creyentes que en una gran asamblea donde todo es hecho con más habilidad que ardiente deseo.

Que nunca vuestro pastor pierda su libro de oración. Debería estar escrito en los corazones de su gente. Si no podéis predicar o dar con abundancia, o ser oficiales de una iglesia, podéis, por lo menos, orar por ella sin cesar.

SALUDOS Y BENDICIONES!! 


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